miércoles, 23 de febrero de 2011

Lamerica (Cines Renoir)



Son muchas, está claro, las emociones que el cine puede llegar a hacerte sentir.
Risa, temor, llanto.
Pero hay otras, no tan habituales, que se agradecen tanto o más que las anteriormente citadas.
Y una de ellas es el humanismo.
Llamadlo como queráis: Cine comprometido, realismo social, ideológico.
El cine también tiene esa capacidad de acercarnos al sufrimiento de la gente, de los olvidados, de los marginados, de los que necesitan amparo.
Es curioso cómo pese a su carácter de ficción tenga mayor poder de implicación -muchas veces- que fuentes supuestamente más reales, más cercanas o más documentales como la televisión.
Será el poder de la sala a oscuras...

Mucho de esto que estoy contando viví con la proyección de "Lamerica", la película de Gianni Amelio, allá por el año 94.
Indignación, comprensión, desolación.
Rabia, asentimiento, rebeldía.
Una historia clásica -y real- de vencedores y vencidos, de aprovechados y explotados, de países pobres y países ricos.
Y en medio un viaje iniciático.
En medio un turbador descubrimiento de la realidad por parte del protagonista (Enrico Lo Verso) y de nosotros mismos a través de sus ojos.
Esos ojos de Gino, esos ojos de Spiro a través de los cuales no sólo descubrimos la desolación y la miseria de un pueblo, sino cómo los países supuestamente desarrollados (o sea, nosotros) nos aprovechamos de su situación para saquear e hipotecar esa miseria.
Pero que luego no vengan, por favor...

El cine se apaga y todo se vive con mucha más intensidad.
En la oscuridad todo cobra sentido.
Puede que no sea la realidad, puede que sólo sea "una verdad" de las muchas que habitan los rincones de una historia.
Pero te llega.
Te logra convencer de que en el fondo todos somos personas, todos sufrimos, y aceptas a regañadientes que nuestra realidad se ha construido bajo el sufrimiento de mucha gente.
Y al menos hay que saberlo.
Es lo poco quizá que podamos hacer.
Pero ellos se lo merecen.

El cine se enciende y todo, paulatinamente, vuelve a la normalidad.
Tus egos, los detalles nimios que envuelven tu vida.
El eco de aquel barco que llega a puerto se aleja cada vez mas de tu cotidianidad.
Pero quizá, alguna noche, antes de acostarte, recordarás el polvo seco de las carreteras de Albania, los negocios sucios alrededor de una esperanza.
Quizá, alguna noche, el eco de una pequeña molestia no te deje dormir y, lejos de estar mal, sabrás que es el cine, cuando aquella vez logró remover tu conciencia.