martes, 23 de febrero de 2010

La fuente bombera a la pata coja



Dentro del universo bombero, la fuente a la pata coja es la más humilde, la más desamparada y la más necesitada de cariño de toda esa corte que abarca desde el bombero cartel de no hay murciélagos hasta las sábanas de medio pelo y cien hormigas.

Analicemos un poco y nos daremos cuenta qué ha llevado a la buena de la fuente a ser tan tan desdichada.
Primero: Dónde se ha visto que una fuente necesite desplazarse. ¿Eh?, ¿dónde?...
Efectivamente, en ningún sitio.
Las fuentes están quietas y esperan sin ninguna prisa a que millones de bocas diferentes acerquen sus labios, carnosos y sedientos, a pocos centímetros de su surtidor.
Eso es lo que hace una fuente decente.

Y será entonces cuando ellas puedan sentir el deseo...
El más íntimo, casto y sugerente sabor del casi beso.

Pero nuestra fuente bombera no. Nuestra fuente bombera se desplaza eternamente hacia ningún sitio en una danza absurda carente de gracia y estilo.
Con una cadencia lenta y un ritmo aburrido recorre las calles de Cádiz en busca de gaditanos deportistas a quien saciar sus deseos y no los encuentra.
Ha saltado uno a uno los adoquines de la antigua Praga buscando, quién lo diría, bocas a las que alimentar de agua y vida.
Pero no hay manera.

Y es que ya puestos a desplazarse querría que la dejaran correr libre junto a las gacelas por las praderas de Nigeria, que le permitiesen escalar las paredes más difíciles de las afueras de Katmandú, o que vaguase con las manos en los bolsillos y un cigarrillo de filtro mojado buscando un local venido a menos en la mugrienta ciudad de New Orleans
Pero no.
Le toca ir a la pata coja por General Marina. 
Manda...

Aunque la cosa no acaba ahí.
Analicemos.
Segundo: El surtidor es más bien escaso y el chorro poco brioso, así que su alma bombera no quiere ni imaginar la poca ayuda que podrá ofrecer en caso de encontrase en su vacilante deambular con algún incendio ignoto.
La pena se expande y no se seca nunca, maldita sea con la fuente...
La pena llega porque el poco agua que suelta se salpica en sus brincos descompasados perdiéndose y chorreando por los bordes.

Pero no todo esta perdido.
Siempre hay un lugar para la esperanza.

Hay una cosa que hace sonreír a nuestra amiga la fuente bombera
Una cosa.
Sólo hay una cosa que hace sonreír a nuestra amiga la fuente cojita, y es pensar que en ese eterno vagar por las calles planas del mundo siempre, siempre, siempre, va haciendo cosquillas al cielo.

Y hacer cosquillas al cielo tiene su gracia.
Al menos para mí...