Ay luna que brilla en los mares, los mares oscuros....
Domingo a domingo el tiempo pasa y de pronto son años.
La mano sigue sin dibujar y no es que se niegue, es solo que se despista con el atardecer rojizo y las peladillas sin gastar.
La mano no dibuja y el folio de nieve la contempla; el flexo oscurece su noche y unas piernas huyen solo porque sí.
Menos mal que siempre está la luna.
Siempre.
Y cómo brilla.