Empezamos un nuevo año, dicen los que saben, en que a lo mejor todo se acaba.
Si eso fuese así nos perderíamos la oportunidad de tomar café con una jirafa de dos cabezas, de irnos a Cancún montado a lomos de un pájaro con alas cubistas, o de comprar comida hindú en el Eroski más cercano con un perro caracol con tupé mohicano.
Si fuese verdad que el mundo se acaba ya no podríamos saber por qué hay un pez con una flor en su vientre y no llegaríamos a conocer por qué las gallinas bailan claqué en blanco y negro.
Yo, por si acaso los mayas y las lycras tienen razón y el mundo termina en el 2012, haré lo posible para que me pille dibujando.
Dibujando, hacedme caso, la lava quema menos.