lunes, 3 de octubre de 2011

Viaje a Uzbekistán II



















De nuevo la tierra seca, el aire estancando, las avenidas inmensas.
Otra vez aquellos mercados rebosantes de color y fruta, las telas hermosas, la casa escondida.
De nuevo paseo entre árboles secos, visito madrasas antiguas, me pierdo en los barrios escondidos a los ojos del turista.
Otra vez Uzbekistán.

Fotografías que recogen momentos robados al verano. Vida convertida en impulso fotoeléctrico...y algo más.
Está la emoción, el silencio, la concentración y las ganas.
Y está el recuerdo prendido en el sensor.

Hay familias que sonríen sin pedir nada a cambio, hay mezquitas imponentes que se rebelan frente a la noche negra, hay niñas pensativas entre el bullicio del comercio, hay esperas interminables de té y hastío, hay espacios llenos de oscuridad y minaretes, hay conexiones con Marruecos más allá de los carros y los niños, hay luces y sombras, juegos entre la historia, señales que son vida porque sobre todo hay vida, mucha vida.

Lo he dicho muchas veces porque así lo siento: fotografiar y viajar son sinónimos.
Porque viajas cuando fotografías y porque fotografías cuando viajas.
Y porque, aunque no lo puedas controlar, al volver tu mirada sobre aquellas fotografías, tu cabeza vuela de nuevo...