Los montes están impregnados de piel, y los ombligos de vistas.
Se trata simplemente de ir subiendo, en escalada sin fin.
Hay que asomar la cabeza, dejarse seducir e inventar palabras que no existan.
Basta con coger un poco de papel para embalar, y desempaquetar las historias que siempre estuvieron ahí, aunque un día no las viésemos.