domingo, 3 de abril de 2011

Mañana empiezo XCVIII







Empezamos la cuenta atrás para llegar a las cien entradas de este "Mañana empiezo" que tantas satisfacciones me ha dado en su no dibujar, que nació poco antes del propio blog que lo acoge y que ha ido creciendo con él sin saber nunca demasiado bien lo que le deparará ese mañana que su título acoge.

Debería ir pensando una buena celebración, aunque a mí me basta despedir el domingo con sus vaguedades, su apatía y su sempiterna indolencia.
La mano vaga soy yo -y creo que un poco todos- sin darnos cuenta que pese a nuestra fabulosa manera de perder el tiempo, casi sin quererlo, hemos dejado tras de nosotros un rastro de migas de pan y vida, que inunda cajones, que se acumula en estantes, que desborda nuestro pasado y que siempre estará ahí.
De algún modo -seguro- nosotros somos más de lo que nosotros mismos pensamos, aunque al final solo se haya tratado de que en los tiempos muertos soñamos el universo.
Y muchas veces sin querer.

No quiero explicar esta tira, sólo decir que tras tanto tiempo, de alguna absurda manera, forma parte de esa cosa hermosa y enigmática que llamamos cotidianidad, y que en la mayoría de las ocasiones nos asusta más que debe.

También por eso hay veces en que hay que dejar que sea la cama la que nos sueñe.
Para descansar nosotros.