Aprendieron a viajar en el tiempo, pero da igual.
Saben como ninguno contar historias que se cuelan dentro y nos transportan a mundos reales, a mundos imaginarios, a mundos imposibles, a mundos soñados, mundos tangibles.
Son los novelistas.
No se puede ser nada mejor: Novelista.
Buscan las palabras justas, el ritmo exacto.
Profesan amor a las palabras y a los sonidos que se desprenden de su lectura.
Destilan pasión por vivir las vidas que no son nuestras vidas pero que se convierten en nuestras vidas mientras las vivimos a media luz cuando el día languidece.
Sí. Así son.
Pero aun siendo los más excelsos en activar nuestra imaginación, los que más luz desprenden en las frías noches de invierno, unos pocos, insatisfechos por naturaleza, se sienten tristes.
Muy tristes.
Aprendieron a viajar en el tiempo, pero da igual.
No sabes muy bien por qué, pero los ves vagar tristes e irredentos por bares de alterne de carreteras secundarias, los ves deambular de siglo en siglo perdidos, nostálgicos e inquietos.
Nunca acaban el cubo de Rubick, se dejan a medias los crucigramas de Tívor Reves, alias Peko, y la melancolía se instala con tanta fuerza en su alma que no se atreven a echarle pepino al gazpacho de sus abuelas, y se dejan olvidado en un cajón su colección de colillas manchadas con carmín femenino.
Pobres escritores tristes.
Son novelistas que buscan nombres.
Nombres.
Son los novelistas que saben que parte de la magia que consiste en enganchar al lector en una buena historia depende en buena medida de los nombres de los protagonistas de esa historia.
¿Y cómo encontrar el nombre perfecto?
¿Cómo dar con la sonoridad justa, con la contundente cadencia de una pronunciación impecable?
Muchas han sido las fórmulas desplegadas en el tiempo.
Que si el nombre de tu mascota + el segundo apellido de tu madre, que si mezclar las sílabas, que si combinar nombres de filósofos con apellidos de los criados mestizos de la baja Inglaterra, que si buscar en Wikipedia nombres aztecas, repúblicas bálticas, caballos percherones, ínsulas del Pacífico...
A los novelistas tristes en busca de nombres nada de esto les sirve.
Y beben calimocho.
Tan tristes los novelistas, tan perdidos en su búsqueda y los tenían delante.
Los nombres perfectos.
Nombres que sirven para los espadachines de la Edad Media que lavan su honor en sangre, para los pilotos de combate engañados por el gobierno japonés, para amantes sudorosos que vuelan entre alcobas, para mendigos que roban el pan de los mercados de Oriente, para bailarines del Bolshoi con paperas el día del estreno o para fiscales obesos que afinan su traje blanco en una sastrería de Bulgaria.
Para todos ellos hay un nombre.
Y lo tienen aquí.
En España.
Sólo tenían que haber rebuscado entre los nombres de los árbitros de fútbol y ya.
Los árbitros.
La mejor novela, la mejor historia.
El nombre perfecto.
Los árbitros de fútbol no tienen por qué saber que es un libre directo. No necesitan un especial fondo físico, no deben conocer la regla del fuera de juego, y pueden confundir sin ningún problema diez pasos con ocho.
Los árbitros de fútbol no tienen por qué ser buenos en su profesión, al menos en España, pero lo único que se les pide a cambio es sonoridad en sus nombres.
Nombres contundentes, nombres imposibles, nombres perfectos.
Y ellos, displicentes, cumplen con lo que se les pide.
Atención, novelistas del mundo: Se acabó vuestra búsqueda.
Todas las historias no escritas, todas las nuevas aventuras por imaginar y traspasar al papel ya tienen sus protagonistas.
Ya existen sus nombres.
Pueden parecer mediocres personajes vestidos de negro que tratan de imponer su ley frente a veintidós jóvenes de calzón corto. Pueden parecer frustrados deportistas en busca de una verdad que nunca será verdad para una parte al menos. Pueden parecer eternos cuestionados, falibles humanos, mediocres almas.
Pero qué nombres.
Para todos ellos hay una historia.
Sólo tienes que escribirla, sólo tienes que leerla.
Yo te ofrezco una pequeña pincelada, pero su dominio no es de esta tierra. Son tantos que desbordarían Vida y Destino.
Los árbitros de fútbol.
Brito Arceo, Undiano Mallenco, Japón Sevilla, Urizar Azpitarte, Teixeira Vitienes, Ansuátegui Roca, Daudén Ibáñez, Andradas Asurmendi, Soriano Aladrén, Guruceta Muro, Esquinas Torres, Mejuto González, Lamo Castillo, Mejía Dávila.
Y empecemos a soñar...