La mano se cuela en esta ocasión en estas Historias del otro lado, aunque ya sepamos que los lados andan últimamente dislocados, y las orillas cambiadas.
Se deja sumergir la mano en esa brisa del que piensa y medita en el rebalaje, y contempla el sol o las estrellas según la hora que corresponda.
Sigue sin dibujar, huelga decirlo, pero se le escapa una añoranza sincera para con su otra mano que nos deja perplejos a la par que tranquilos.
Seguirá la mano viajera en su semana más esplendorosa, aunque mañana le toca callar, y eso sí que le va gustar, cómo negarlo...