martes, 19 de enero de 2010

Viaje a Estambul I















Paseando entre la gente, perdido de tiempo y espacio, caminando por primera vez entre el frío, lejos de la casa y el ruido.

Estambul es una ciudad que se expande y se concentra. Se expande desafiando incluso a su propio continente y se concentra alrededor de un mar que no se sabe si viene, si va o si se pierde tranquilamente en su propia esencia.
Estambul es una ciudad con banda sonora que te acecha en cada esquina. Sonidos de oración, voces que parecen lamentos desgranados en el aire, llamadas que paralizan las requiebros espontáneos. 

La ciudad de las siete colinas es un lugar plagado de agujas inmensas que desafían al cielo. 
Tiene Estambul ese ritmo tranquilo del paseo meditado, tiene también el jolgorio de los mercados y bazares donde perder media vida, y tiene más allá de las puertas su noche abierta a los misterios que salen a la calle para encontrarse contigo.

Toda la mezcla de tierra y tiempo, todo el peso de las civilizaciones pasadas y las encrucijadas futuras, toda la vida derramada en cada paso.
La humedad cerca del Bósforo, barrios de diferentes culturas unidos y encontrados en el espejo, una sirena que suena, un barco que parte y otro que regresa.

Hay en cada viaje un poco de pérdida y un mucho de regalo. 
Algo de tristeza y una espuerta de asombro.
Mucho de sorpresa, mucho de esperanza.
Y ganas de seguir...

Uno no sabe entonces si volver, o si seguir yendo.