jueves, 14 de enero de 2010

Before the rain (Renoir Cuatro Caminos)



El círculo nunca se cierra...
Y parafraseando su propia alma, esta película tampoco.

Articulada en tres partes de un modo nada convencional, con un lenguaje intenso, turbador y complejo, Before the Rain nos arrastra a través de las peligrosas aristas de todo lo que hay detrás de lo que nos están contando.

Madrid, 1994.
Los Renoir Cuatro Caminos los abrieron (la memoria es mala consejera) un par de años después de su hermano mayor de Plaza de España. 
Era un lugar que no invita demasiado a pasear, quizá, pero que en aquella época me pillaba bien cerca de casa.
Recuerdo que fui con Pelu (muchas veces, es cierto, recuerdos más los detalles colaterales de la película -con quién la vi, dónde- que la propia historia), y recuerdo que entramos en la sala con el primer (o segundo, vamos) plano del film. Con la película ya empezada, qué desastre.
Una iglesia, una misa, y Pelu y yo buscando rápido un buen sitio para disfrutar de la historia.
Y vaya si lo hicimos.
Religiosamente.

Hay un trasfondo triste y terrible que dura todo el metraje.
La primera de las partes -para mí, sin duda, la más redonda- con su silencio mantenido, las metáforas elaboradas y las pasiones contenidas te prepara para la sorpresa continua, la realidad desaforada, la guerra cruenta o la insensatez descabellada del resto de la película.

Una banda sonora que se te metía indeleble de la mano de imágenes poderosísimas.
La sinrazón del odio que una y otra vez, una y otra vez y otra, nos golpea y nos acongoja sin remedio.
La sinrazón de la guerra, la sinrazón de la estupidez humana, la sinrazón inevitable, y ese odio que todo -lo más puro, lo más honesto- lo acaba destruyendo.

Madrid en primavera tenía otro ritmo. Algo más pausado, algo más alegre.
Los colores aparecen en la ropa y en las calles, y las horas de sol se expanden al llegar la tarde.
Todo eso se paró aquel día de marzo dentro de aquel cine.
El círculo que nunca se cierra.

Milcho Manchevski dirigió con pulso y contención esta su ópera prima. 
Y nunca, al menos para mí, consiguió volver a estar a esta misma altura. 
Interpretada fantásticamente por Katrin Cartlidge y Rade Serbedzija, y por un Gregoire Colin al que me he ido encontrando por películas que forman parte ya de mi vida, curiosamente en apariciones un tanto tangenciales.

Before the Rain. El círculo imposible, el círculo inacabable o el círculo perfecto.
Juegos narrativos con el tiempo, la fotografía presente como documento y como el pasado que regresa, y el observador que se enfrenta a la narración sin saber qué va antes, qué va después, hasta que al final de la película nos damos cuenta que ese final es el principio, que el principio fue el final, que no hay principio ni final y que, efectivamente, el círculo nunca se cierra.

Por eso al salir del cine y abrirse a la primavera madrileña uno podría darse media vuelta y volver a entrar en la sala en esa película que más que ninguna otra, nunca acaba.

No lo hicimos, pero casi.