Siempre me gustó la expresión "escala de grises" porque sonaba muy musical.
Dibujar debe ser como bailar, o como tocar un instrumento -lo he dicho alguna vez- y para uno que no sabe ni de lo uno ni de lo otro, dar taca taca con el trazo acaba resultando de lo más reconfortante.
Y musical.
Además soy de los que defienden el gris, no sé si como un color, pero sí como una tonalidad nada triste; algo más que sugerente y luminosa.
Dibujar en blanco y negro para rematar con las gradaciones. Sacar algo de luz, moldear la inevitable bidimensionalidad y rematar mi mundo sempiternamente plano.
Siempre me gustó la expresión "escala de grises" porque me recordaba también a la escalera.
No me gustaban tanto los policías que vestían de ese color y su tendencia a la porra suelta.
Prefiero sin dudarlo la mano que baila loca y se desparrama conspicua y curiosa por el papel en busca de su baile perfecto.
Prefiero las gradaciones que se topan con la frontera plana de una línea gruesa que la encaja; y con las flores, pájaros, lunas, manos, mares y estrellas que de su baile salen.
Todo lo demás es perder el tiempo, esa gran obsesión que siempre alcanzo.