Los bomberos se ríen sin saber...
Hay un tren que se aleja en la Argentina nevada y el viento no me deja ver tu mano.
Los bomberos se cargan a las espaldas la vida que no se refleja: la angustia y el negro, la veleidad de un sueño inventado, la sangre contaminada de cobardía y el olor absurdo del que no supo raptar y morir en el intento.
Franca y alegre la sonrisa del bombero.
El páramo abierto que se ofrece, la soledad de las esquinas o el agua que se intuye.
No hay manguera que rescate ni apague.
Solo la sonrisa.
La que mueve el universo...
Los bomberos se ríen sin saber.
Han venido trescientos esta noche a llenarme la casa de humo de hachís -salud- y resfriado.
Los bomberos se van colando por las rendijas del segundero indómito de un reloj que no se para.
Ay, bomberos.
Salen del cine con las manos en los bolsillos, con el frío en la chaqueta, y mezclan las historias de los trenes con su propia vida.
Los bomberos se ríen sin saber.
Mejor que no sepan, que no lo sepan nunca...