También a la mano vaga y a sus amigos les llega la hora de preguntarse por el paso del tiempo.
Todo pasa
y todo queda.
Aunque la mano nos engañe, claro, diciéndonos cómo cuenta los segundos para que mañana llegue.
Y es que no hay salto temporal mayor que esa desvergüenza tan suya que nos acaricia entre suspiros.