lunes, 28 de enero de 2013

La biblioteca perdida de Tombuctú


Hay historias tristes, y esta es una de ellas.
Historias que tienen que ver con cómo la vida te engarza a lugares, con cómo inevitablemente, cuando viajas, te unes a los sitios visitados, te unes a su gente, te unes a su futuro.

Cuando la televisión escupe la desolación que se cierne sobre ciudades que conoces, ciudades en las que viviste, ciudades que dejaron en ti una huella, la sensación de nostalgia y afección es, inevitablemente, mucho más intensa.

Me pasa estos días con Malí en general y con Tombuctú en particular.
No digo que lo que ocurra en otros lugares sea mejor o peor, ni digo que no me afecte, pero el haber estado en aquellas calles de arena y haber convivido con sus gentes hace que sobre Tombuctú mi atención se centre, y mi tristeza crezca.

Hay algo inevitablemente romántico, ya sea solo en la pronunciación de su nombre, en la ciudad de Tombuctú.
Algo mítico, algo mágico, algo inasible y eterno.
La carga del pasado es así, sobre todo para las ciudades.

Tenía muchas ganas de ir, y sabía que no era un destino fácil.
Sergio me había hablado además de Ismael Kati, de un pequeño libro suyo de poemas, y de la biblioteca perdida y recuperada, del Fondo Kati de más de tres mil manuscritos reunidos de nuevo a orillas del Níger.
Es una historia fantástica que si tenéis tiempo se cuenta muy bien en este documental de Canal Sur 2, donde escuchar a Ismael Kati se convierte en una verdadera delicia.

Llegué a Tombuctú y no estaba Ismael ("está en Andalucía" dijo mi guía de aquellos días, y yo no pude más que reírme). Tampoco pude visitar la Biblioteca, que estaba cerrada por obras de acondicionamiento.
No me importó demasiado. 
La carga de leyenda de aquella historia permanecía viva en cada paso polvoriento, el sur del Sáhara se colaba en mis noches, los ecos del comercio y la riqueza de antaño se mezclaban a cada instante con la árida realidad de un enclave abandonado.
Y yo disfruté dormir en azoteas, pasear, conversar y hacer fotos.

Hoy las noticias que de allí llegan revuelven todas aquellas vivencias.
Hoy rebeldes islamistas han incendiado un edificio con manuscritos, y mi corazón se ha encogido. 
Fanatismos que quieren dilapidar a golpe de llama y furia esa biblioteca, esa obra de recuperación de un legado único.
Hoy, como siempre, los periódicos y los noticieros vienen cargados de noticias tristes. Hoy, como siempre, hay paro, muerte y desigualdades en cada frase, en cada párrafo.
Pero hoy mi corazón está en Tombuctú, y no solo en su pasado evocador y mágico.

Hoy, mi corazón encogido, está en Tombuctú. 
En su futuro.