Una mano que no dibuja, pero con mucho corazón...
Los domingos tienen de por sí la suficiente decadencia como para que encima les quitemos ese autoengaño pusilánime del mañana empiezo.
Los domingos se atrancan en su devenir y cuando quieres darte cuenta ya estás a las puertas de la cama.
Los domingos empiezan y terminan usando la vocal o, como los bostezos que inauguran y finiquitan este día.
La mano no dibuja, pero reconozcamos que al poner la mano en el corazón, lo tapa y le da calorcito.