El proceso de un cortometraje, ya lo he dicho en alguna ocasión, tiene mucho de muchas cosas.
Tiene mucho de quiero y no puedo, tiene mucho de disfrute, tiene mucho de no saber.
Por un lado disfrutas haciéndolo, por otro lamentas no llegar allí donde tu cabeza vuela.
Es curioso cómo durante todo el proceso de elaboración hay una gran parte de desconocimiento, de no estar seguro si ese es el camino, si estás, realmente, haciendo lo que quieres.
Y surgen las dudas, claro.
Dudas de la historia, de haberte embarcado en la aventura, del metraje elegido o de los ángulos de visión de algunos planos, qué cosas.
Pero antes o después el trabajo termina y el corto está hecho.
Y entonces, curiosamente, a pesar de que las dudas no desaparecen, una satisfacción sincera cruza tu mirada sobre ese esfuerzo ya acabado.
Y es entonces cuando entiendes, aunque ya lo supieras antes, que todo ese trabajo ha merecido la pena.
Te guste más te guste menos, guste más o guste menos.
Tienes un cortometraje más, has contado una nueva historia, y todo el tiempo invertido ha sido definitivamente robado a la pereza.
"El caracol bombero y sus tres hermanos" es mi nuevo cortometraje.
Quizá sea demasiado pronto para saber -para que yo sepa- hasta qué punto estoy o no plenamente satisfecho con el resultado.
Pero cómo no estar contento si mi cabeza vuela ya en nuevas historias, en nuevos retos, en próximos desafíos.
Os dejo con algunas imágenes, con algunos planos de este corto. Se funden en ellos fotografías, dibujos y textura y como siempre, también, mucha desvergüenza.
Y todo acompañado de un piano que marca el ritmo y la voz de Isa, mi hermana, que nos introduce en esta historia absurda de peticiones y búsquedas sin sentido.
Pero para verlo, amigos, tendréis que esperar, o pasaros por Nerja el 29 de diciembre.
Es una cita.