sábado, 3 de diciembre de 2011

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que 1+1 no son 2 (XLVI)



317) Porque Ermister Klausftwatlz vivió en Ontario en los años veinte, y destilaba alcohol en una pequeña granja donde habitaba él solo con tres vacas y las esporádicas visitas de un mirlo que pasaba por allí cada verano.
El alambique que había construido no cumplía ninguna de las normas ISO que el gobierno canadiense implantaría cuarenta años más tarde, así que el pobre Ermister vivió afónico y encamado el resto de sus tristes días.
Para él, su única alegría ocurría cada verano, con la llegada del mirlo. Y cada año que pasaba, esa alegría se multiplicaba exponencialmente.
Así que para el hijo de Klausftwatlz el granjero, 1 verano más 1 verano pudieron llegar a ser más de 24.678 alegrías.
Y todo por un mirlo.

318) Porque un cortometraje + un cortometraje = a un mediometraje.
Un mediometraje + un mediometraje = largometraje.
Y un largometraje + un largometraje = una putada

319) Porque un buen periodista que se precie de serlo nunca puede llegar a sumar 1+1.
Para un buen periodista que se precie de serlo, 1+1 es valga la redundancia.

320) Porque en las mesetas búlgaras habita un pequeño búho, en cuevas que no tienen sanitarios ni enchufes.
El búho perdió un ojo cuando era joven, jugando al fútbol con el hijo del búho del vecino, que más que búho era tordo y que tenía una mala leche que ya la quisiera para sí Durao Barroso.
Así que, con esas pintas tuertas, habita el pájaro nocturno en las profundidades de su cueva.
Muchos han sido los viajeros intrépidos, cazadores de dragones y albañiles por cuenta ajena que se han adentrado en el negro interior de su morada.
Y todos han tenido la misma sensación:
1 ojo + 1 ojo (de un búho tuerto en una oscura cueva) = 1 cíclope que come primogénitos porque no sabe jugar al yo-yo.
Y salían huyendo, despavoridos y sin poder instalar un mísero enchufe, su intención última.

321) Porque esta es la entrada trescientos veintiuna. Tres-dos-uno. O sea que decrece, o sea que decrecemos.
Y qué sentido tiene entonces sumar.
Qué sentido tiene entonces viajar a Laussana, qué sentido convertirse en árbol.
No hay ni habrá un solo níspero que lo entienda.

322) Porque cuando sumamos uno + uno en realidad estamos sumando uno + ono, pero le cambiamos la primera letra a la segunda palabra para que no haga cacofonía con la última letra de la primera palabra, cosas de la semántica.
Pero propiamente, lo que se dice propiamente, sumar uno + ono no da lugar más que a especulaciones horribles sobre agujeros negros y compañías de telecomunicaciones.

323) Porque si alguien de la Península Ibérica le diese por telefonear a alguien de las Islas Canarias y -solo por jugar, sin mala intención- se pusiesen a sumar, siempre nos encontraríamos con el listillo que a la resultante de la suma le quitaría uno, por aquello de estar en Canarias.
1+1, en Canarias=1.