Hacía tiempo que no me manchaba de grafito las manos, sí, y había ganas...
Pájaros gemelos que bailan en un triángulo, amigos desnudos entre risas y cosquillas, un campo de flores imposibles, la luna conseguida a golpe de chasquido y un paisaje por el que pasear hasta perder la cintura y la vergüenza.
Líneas, líneas y más líneas.
Qué bonito recuperar por unas horas los terrenos comunes.
También me gusta -manías de uno- comprobar que, después del dibujo, el canto de las manos está sucio de grafito y roce.
Me gusta lavarme con jabón y ver como el agua turbia se va perdiendo por el sumidero.
El tiempo pasa, pero los pequeños detalles permanecen.
Al igual que los dibujos.