Escondidos tras sus miedos los bomberos nunca están donde se les necesita.
No los encontrarás en la cabina de su coche ni en las tabernas de Dublín.
Se han hecho huidizos con el paso de los tiempos y apenas si aparecen en los escapes de gas propano, en los abandonos rutinarios del hogar o en las Fallas de Valencia.
Ellos miran el atardecer sentados en el malecón mientras comen pipas con una destreza que asusta.
Ellos cantan bajito mientras caminan hacia ningún sitio.
Escondidos tras sus miedos los bomberos se hayan más allá, donde el pensamiento fugaz de los díscolos se cruza con la merienda de los niños, llena de chocolate y juego.
Los bomberos se hacen invisibles silbando, y ese es un poder que nunca pidieron.