domingo, 17 de febrero de 2013

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que los mayas tenían razón y el fin del mundo llegó el 21/12/12 (IX)


057) El mundo no acabó, lo desahuciaron.

058) Porque un año antes, Margaret Chan, directora electa de la OMS, había instado a sus subordinados a buscar la boquilla de plástico que mantenía el mundo hinchado, para desinflarlo un poco y volverlo a inflar, según un método taoísta experimental que no llegó a ser puesto en práctica en el siglo XIII.
Se requerirían para ello, según el manifiesto tradicional escrito en una caña de bambú del bosque de Arashiyama, cuatrocientos treinta chinos de la región de Hangzhou, un fumador de opio y cuatro jirafas.
La boquilla de plástico, metida para adentro y camuflada debajo de la Torre Eiffel, fue descubierta por la legión de chinos, dispuestos con sus coca colas y sus ganas de inflar.
Pero fue destaparla y sentir, incrédulos y melancólicos, cómo ese aire que salía de la Tierra era el suspiro más enternecedor y asonante que habían escuchado nunca.
Así que se olvidaron de recargar el aire perdido y dejaron que el mundo se desinflase en un lento, poco armónico y triste suspiro.

059) Porque aunque al mundo le hubiese gustado vivir deprisa, morir joven y dejar un bonito cadáver, todo no se puede tener en la vida: vivió lento (girando y rotando) murió viejo (con arrugas del Himalaya al Gobi) y dejó un cadáver...bueno, qué os voy a contar del adefesio de cadáver que dejó...

060) Porque mayas rima con vayas, fin rima con sin, mundo rima con hundo: ¡Hundo sin vayas!

061) Porque Dios, sin el permiso de su padre Alberto, había comprado a principios de diciembre un décimo de Navidad en Doña Manolita.
Cosas de la omnipresencia y de esos poderes que hacen a Dios superior a Batman o Superman, por supuesto lo compró sabiendo que iba a tocar. 
Eso no se llama trampas sino inversión segura a medio plazo.
El caso es que después de hacerlo se acercó a la Plaza Mayor para comerse unos típicos bocadillos de calamares, pringosos y calientes, en número de tres, como acostumbraba.
Y sin darse cuenta se limpió las barba de cerveza y migas con el décimo pre-premiado, confundiéndolo con unas servilletas de Ikea.
No se dio cuenta del desastre más desastroso que había hecho hasta un día antes, y menuda rabieta que pilló el condenado.

062) Porque un mes antes del funesto desenlace, Antonio Ramírez Losada, fontanero sin IVA de pantalones vaqueros tres tallas más de lo debido, llegó a casa de los Martínez dispuesto a desatascar la tubería del baño.
Dos semanas después de aquella visita la casa de Pablo y Juana ya no existía, ni la provincia de Albacete.
Apenas cuatro días después un satélite ruso vio a Antonio salir destrozando las tuberías de acero de una Central Nuclear en Georgia, pensando todavía si tendría o no que enfoscar, dudando si parar para el bocata o seguir, que total, esto se acaba enseguida.

063) Porque los tripulantes australianos del trasbordador espacial querían ver una peli y de paso batir el récord Guinness de pantalla más grande, con un total de 340.890.000 pulgadas, proyectándola sobre la Tierra.
Todo muy bien, incluso la elección (Casabanca, proyectada sobre Asia), pero se les olvidó, arrastrados por el amor imposible y la amistad comenzada, de quitar el proyector antes de que la palabra "The End" se proyectase altiva sobre la estepa siberiana.