domingo, 10 de febrero de 2013

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que los mayas tenían razón y el fin del mundo llegó el 21/12/12 (VIII)


050) Porque allá por el siglo XIII Txalenchua Metzel envió a tres amigos quechuas un sobre con una palabra, y unas instrucciones muy claras:
- Incluye una nueva palabra y manda este sobre a tres amigos tuyos. Si rompes la cadena (un chino lo hizo y ahora los viernes se queda en casa viendo Sálvame Deluxe) algo malo le pasará a ti o a tu familia, mientras que si lo haces todos los martes impares de los años capicúas el panadero no te cobrará nada por tres napolitanas de chocolate.
La cadena se extendió por los siglos de los siglos hasta que a Cristóbal Montoro, insigne ministro de los reinos de las Españas, le llegó un sobre que contenía diez mil quinientos cuarenta y siete folios llenos de palabras absurdas y miguitas de pan con olor a chocolate.
El ministro pensó que aquello eran los presupuestos y ordenó que se volcasen en un pen drive sin añadir una sola coma.
Rompió la cadena y el mundo petó.
Con lo fácil que habría sido añadir una palabra: gilipollas.

051) Porque los operarios despedidos de Venus Building Corporation se dejaron una escalera que les sobraba allá donde la masa de aire se enfría y los sueños de prosperidad se congelan, sin ánimo ninguno  de devolverla a la compañía, esos explotadores mal nacidos.
Se dejaron la escalera flotando en el aire ingrávido con tal mala fortuna que la Tierra, cuarenta y tres años después, un 21 de diciembre de 2012, en su órbita prefijada por las atracciones solares, pasó por debajo de la escalera.
¡Por debajo!

052) Porque los mayas sabían que con solo decir tres veces la palabra Wert mientras te frotas la cabeza en dirección contraria a las agujas del reloj, con los pies metidos en una palangana de vinagre, mientras tu amigo del alma sacrifica unas acelgas cortándoles más de la cuenta el tallo carnoso y pone a cocer arroz en la licuadora, el mundo se acaba.

053) Porque un gato negro se recostó sobre la Tierra, cansado ya de su mala fortuna, y vino un sádico espacial y se lo folló.

54) Porque Andrew Michael Bergman, activista nacido en Noruega de padres andaluces, ideó una forma clara de librarse de la mili: cantar desnudo "Copla del viudo del submarino", de Juan Antonio Canta, ante la plana mayor del ejército noruego.
Coclusión: acabó en la marina.
Y allí estuvo catorce meses, levantándose temprano para tocar la corneta, y aprovechando para echarse a la espalda kilos de sal que vaciaba en el mar inmenso.
Andrew saló el mar y mató a casi todos los peces. Los pocos que sobrevivieron dejaron las aguas y se adaptaron a vivir en la tierra, creando una comuna en Alabama donde leían a Tolstoi mientras se cargaban de rencor, qué cosa más mala.
Los descendientes de esos primeros peces, unos hermosos tiburones que andaban de pie y bailaban con Georgie Dann, decidieron devorar todo el planeta. Todo.
Y es que derramar la sal, a quién se le ocurre.

55) Porque Mercurio es, lo dice la encuesta del CIS, el planeta más feo del sistema solar.
Yo, de mi cosecha, añadiría: y el más envidioso.
Así que rompió el espejo que usaban todos los planetas de la costa este al levantarse.
El mundo se levantó un jueves todavía con el sabor del vino de Rueda que le había acompañado durante la cena y, legañoso como él solo, fue a mirarse al espejo.
Pero como estaba roto, no se vio.
Y al no verse, qué pereza, dejó de existir, tal poca era su fe en lo que no existe.

56) Porque todo en la vida es cuestión de suerte. Y en esas están los crédulos o los escépticos.
Que el mundo acabase un 21 de diciembre fue una llamada de atención a los crédulos, para que no pensasen que iba a ser en martes y 13, pero también para los escépticos, que ni aún así se lo creían.
Y por fin, crédulos y escépticos retozan felices en el lecho de su muerte sabiendo, aunque de nada les sirva, que eran los otros los que estaban equivocados.