jueves, 6 de mayo de 2010

De bomberos XXVII



En mitad de un cruce los bomberos no saben distinguir la izquierda de la derecha, los sugus de la fabada, el norte del sur, el pasado del futuro.
En mitad de un cruce de caminos que se abre ante sus ojos, en mitad de un cruce de posibilidades que se ofrecen limpias con gravilla y matojos, en mitad de un cruce de futuros posibles, cambiantes y sugerentes, los bomberos son conscientes de que elegir significa rechazar.
Elegir = Rechazar
Y como que no les va, no quieren, se rebelan y se inundan de pereza.

Algo se revuelve en el alma bombera a medida que el camino se acaba y llega el maldito, el ineludible, el inabarcable cruce.
Seguir todo recto bien fácil que es, pero ante una bifurcación aparece la más cansina de sus actividades: pensar.
P-e-n-s-a-r.
Pensar en vidas que no son la suya, pensar en cambios y trastoques. 
Pensar en lo que no se tiene, en lo que a un lado queda, en que no todo es posible.

Y llega el acto en sí.
Los bomberos no suelen llevar dinero suelto, así que la opción de lanzar céntimos al aire queda descartada por la intendencia.
Podrían beber cervezas y esperar a que su yo borracho decida la verdad que siempre sabe, pero en los cruces suele, como mucho, haber una señal de cuánto se tarda en llegar a Albacete y no las cantinas de mala muerte que tanto les gustan.
Los bomberos no saben jugar a dun-kin-boe porque siempre acaban abriendo la mano para dar caricias.
Descartado.
Podrían quitarse la camisa, taparse los ojos, dar diez vueltas a la gallinita ciega, y que el mareo y los tropezones decidan su vida inmediata, pero no se atreven los muy cobardes.

Los bomberos no.
Los bomberos ante un cruce siempre siempre hacen lo mismo: Se ponen de puntillas y recitan un breve poema de Luis Feria -que solo ellos saben- de modo que, como si de pito pito gorgorito se tratara, cada camino coincide con una sílaba.
Así, cuando el poema acaba, aquel trayecto que el dedo señala deciden que será su camino a partir de entonces, el que les llevará al infinito, con una lágrima en el bolsillo y más de una ventana por limpiar.

Y es que dejar que "mor" decida por ellos, qué más le pueden pedir a las piedras...