martes, 17 de noviembre de 2009

Cielo sobre Berlín (Cines Alphaville)



"Cuando el niño era niño caminaba relajado. Quería que el arroyo fuera río. Que el río fuera torrente y que este charco fuera el mar. Cuando el niño era niño no sabía que era niño. Para él todo era divertido y las almas eran una. Cuando el niño era niño no tenía opciones ni costumbres. Se sentaba en cuclillas y se escabullía de su sitio. Tenía un remolino y no ponía caras raras cuando le fotografiaban..."

Cuando el niño era niño...
Aún resuena en mi memoria esa voz en off del ángel Damiel en el preludio narrado de esta cinta mágica, triste, poética y melancólica que es "Cielo sobre Berlín".
Hace cinco años que no la he vuelto a ver (yo me entiendo) pero desde finales de los ochenta, cuando tuve la oportunidad de verla en versión original, en los Alphaville, han sido bastantes las veces que he vuelto sobre ella, para dejarme contagiar una vez más de ese aroma húmedo, volátil, profundo y misterioso de los cielos de la capital alemana.
Uno ve el comienzo "cuando el niño era niño" y no puede parar, no puede dejar de verla hasta el final...

Yo estudiaba en Granada; se había colado -ya para siempre- el cine en mis días, y entre las proyecciones del cine club universitario y mis escapadas a Madrid se iban completando mis forzosas carencias. 
Hacía frío (como casi todas las proyecciones que recuerdo de Madrid) pero no demasiado. Cine en sábado a primera sesión, para evitar multitudes.
Una sala toda roja, oscura y acogedora, que con música lenta acompaña los momentos anteriores a la oscuridad y la magia.
Poca gente y silencio sepulcral. Son sin duda los Alphaville unos cines con mucho encanto, con mucho respeto en sus esquinas. 
El resto de la ceremonia y ritual le corresponde a uno: Llegar con al menos diez minutos de antelación, buscar un sitio centrado y cercano (fila cuarta, quizá quinta en esos cines) limpiar las gafas con esmero para evitar reflejos, quitar el reloj (en esa época donde los móviles eran un sueño) de la muñeca izquierda para colocarlo en el interior del bolsillo derecho, cruzar las piernas para inmediatamente volverlas a descruzar...y así consecutivamente...

Todo lo demás que puedo contar pertenece al terreno de lo inexplicable: Ángeles que se caen del cielo para volverse humanos de sangre y dudas, pensamientos que se cruzan en una estación del metro, los niños que todo lo saben, Nick Cave decidiendo si nos hablará o no de esa chica, Cassiel que refleja y me ofrece las más íntimas de mis inseguridades, el amor y el circo en un descampado con una terrible historia a sus espaldas...
Y así hasta el infinito.
Inabarcable, triste y sobrecogedora.

Los ángeles del blanco y negro llevan gabán y el pelo recogido.
Una vez cantaban los "Mártires del Compás"eso de "...quiere y no puede, lo sabe y llora".
Así son los ángeles: quieren, sí, pero no pueden.

La carne está siempre lejos en "Cielo sobre Berlín". Está Peter Falk haciendo de Peter Falk y dando la mano al aire. Está la coraza que todos llevamos a cuestas sin saber, y estamos todos nosotros como espejo de ese otro mundo que seguimos siendo nosotros mismos.

Hay un fundido en negro, los títulos de crédito aparecen pero la película no acaba. Sale a Madrid contigo, se cuela en los bares entre los pensamientos que no escuchas de la gente y se acuesta contigo justo antes de que empieces a soñar en blanco y negro.
La película no acaba ni al día siguiente, ni a los dos meses ni a los cinco años. Está ahí, en algún rincón salido de la moqueta y la barra de bar que acogen a Damiel mientras espera a la trapecista de sus sueños.

La película no acaba, no, y te topas con ella -y con Cassiel- en el año 94, bajo el título de "Tan lejos, tan cerca", que no es sino una inmensa excusa para el mayor de los reencuentros.
El de los dos ángeles y el de nosotros con ellos.

Hoy recordándola me he vuelto a reencontrar yo con ella.
Me he reencontrado con la calle Martín de los Heros, con el empedrado mojado y el anochecer que se colaba en mis pasos de vuelta a casa.
Hoy recordándola se ha vuelto a colar en el preludio de mis sueños.
Y como puedo elegir me quedo con la estremecedora canción "From her to eternity" que Nick Cave interpreta en la película.



Que las sombras de Cassiel os acompañen hasta bien entrada la madrugada.