Y en esas idas y venidas se incluye el viaje, el regreso, la añoranza.
Los pájaros vuelan alto pero los pajarracos los superan. Quizá no en número pero sí en vanidad y ostentación.
Mientras tanto a nosotros no nos queda otra que sentarnos a la orilla, o flotar sobre el mar, y esperar que el mar encelado por el vuelo de un pájaro nos devuelva de una vez todo lo quitado.