Cuando los meses se confunden, el pájaro vuela al Caribe en mayo, las gargantas se secan de desierto en septiembre y los corazones se congelan enjutos en agosto.
Cosas del cambio climático.
Como en mi cabeza ya no hay capa de ozono, lo mismo se desata la tormenta en un coche camino de ningún sitio, que las nubes negras inundan aviesas los portales de las calles empedradas.
Menos mal que siempre guardo un paraguas en el cajón del pan.
Por si acaso.