miércoles, 11 de mayo de 2011

Historias del otro lado XXVI



Por mucho que uno bucee nunca llega al otro lado, aunque lo bueno de volar en el agua es que te sientes libre y no perteneces a ningún sitio.
Ni al agua ni al aire, ni a la arena ni a la mar.
Ni a este lado ni al otro.
Igual que estas historias, que cada vez tienen menos claro dónde se sitúan.

Y luego estamos, claro, los que nos ahogamos en un vaso de chupito.
Pero esa es otra película, que hay que dibujarla de noche.