Que el tiempo es un ente abstracto lo sabe hasta un niño de primaria, sobre todo los que estudian en la Universidad de Stanford.
Así, el tiempo que va desde que hago una historieta hasta que la cuelgo es inversamente proporcional al tiempo que tardo en olvidarla.
El tiempo, sí, esa cosa que va de aquí a Alburquerque.
Que el tiempo es cosa absurda lo sé hasta yo, que ando mendigando segundos por las esquinas.
Pero lo que todo el mundo sabe, lo que tenemos aprehendido a flor de piel es que sí: que con un segundo basta.