Me estoy dando cuenta que en esto del blog (y quizá también en la vida) la cosa consiste en autoimponerse todo el tiempo: Te obligas a intentar añadir una entrada al día, te dices de poner una tira cómica todos los domingos, intentas inventar 365 razones para vete tú a saber con la mínima vergüenza, y así siempre.
Creo que los viajes -las fotos de viajes- tienen también fecha de caducidad (como el blog, como la vida, como todo). Así que he pensado que diez entradas por viaje son suficientes.
Cuando visitas algún lugar son muchas las fotografías que traes en la maleta (aunque siempre serán más las de la retina), pero setenta imágenes es un buen número para poder contarlo.
Podrían ser cincuenta, podrían ser cien, así que ejerceremos de prudente hombre que tira por enmedio.
Setenta fotografías que definan un viaje. Por qué no.
Y sin quererlo esta es ya la séptima de Malí, un viaje que aún habiendo cumplido más de un año, perdura hondamente en mis recuerdos.
Los rostros de sus mujeres, los paisajes quebrados en blanco y negro, la madera tallada por el tiempo y el inmenso río que todo lo engloba.
Malí en diez entregas o en mil.
Del desierto a la sabana pasando por el sahel.
Así que nunca se acabe...