Lo que me contaron de la siesta bombera:
"Son las tres y media y me he quedado dormido. No había sueños, sólo el vacío de quien flota en mitad de la nada.
A mi alrededor saltaban animales de Frigiliana hasta el Congo dejando atrás su mirada perdida.
Todo se desvanece.
Mis cartas de lápiz blando, los sobres de acuarela líquida, las escaleras blancas de tu verano insomne y los huecos que no habiéndose rellenado nunca siempre resuenan.
Flores,
raíces,
ventoleras.
Son las cinco menos cuarto y no sé si estoy durmiendo. Hay luz colándose entre la persiana para ofrecerse al cuarto y yo bajo del cielo a la cama.
Los bomberos de a pie que vigilan, miran distraídos mi mofeta de peluche cada dieciocho minutos.
Abro los ojos y la tarde me saluda.
Miro el techo de madera, miro la mano que no me pertenece, miro la tarde herida recién recuperada, miro los libros azules que esperan en la caída, y miro -sin querer porque están ahí- esas fotos que nunca hice y que de mi cabeza salen..."