Lo he dicho alguna vez, y es cierto. Me gusta contar historias. Hoy mismo, por qué no.
Aquí va una:
Desde hace ya algún tiempo tenía ganas de tener un segundo blog. No me preguntéis por qué. Tenía ganas y punto.
No estoy en absoluto a disgusto con el que ya tengo y con la frecuencia de actualización (a estas alturas, para mi propia sorpresa bastante elevada).
Además es un tipo de blog que aunque ceñido al trabajo que hice y al que voy haciendo, me da mucha libertad y en el que cabe prácticamente de todo. Como podréis ver.
Pero no me valía.
Yo quería un segundo blog.
Tuve varias ideas al respecto (que tendré que retomar, quién sabe) aunque las deseché porque me requerían demasiado tiempo y ando algo escaso, e incluso alguna (como la de 365 razones) que he acabado incluyendo dentro de este cajón de sastre que son "mis cosas".
Pero no divaguemos.
Enseguida encontré con el blog que yo estaba buscando. Lo tenía:
Sería un blog en blanco, sin una sola entrada, sin un solo comentario, simplemente con un contador para ir sumando las visitas y lo llamaría NADA.
Y -esto era importante para mí- no le diría a nadie, nunca, que lo había hecho.
Bueno, tengo que reconocer que me atraía también la idea de llamarlo "vacío", aunque ahí la discusión era de matices más que de otra cosa.
Pero la idea estaba clara.
Poca vergüenza, nada de trabajo, una bonita idea y mis inquietudes calmas por un rato.
Pero no contaba con una cosa: El Internet.
Por eso he llamado a esta entrada así: la Nada e Internet. para que dé un poco de susto.
Y es que claro.
Podéis llamarlo como queráis: "está todo inventado", "la gente está muy mal", "no eres el único friki" o "llegas tarde, forastero", pero pasó lo que pasó.
Me dije a mí mismo.
-"Juanra, vamos a probar, no vaya a existir algo parecido"
Y ahí estaba. Desde el año 2000, esperando inerme el devenir de los días, pisando mi originalidad como un caballo corcel que joven de sangre y espíritu machaca y acaba con la arena molida por el paso de esos años que arrastra tras sus veloces cascos...
No divaguemos.
En este caso sí que había hecho una entrada (cosa que yo no pensaba), pero se le perdona.
Aún así no me di por vencido:
Más de lo mismo, y esta vez sin ninguna entrada (el fondo verde y las faltas de ortografía no hacían sino acrecentar mi pesar, lleno ya de derrotismo y angustia).
Pero lo seguí intentando (soy bastante cabezón, bueno, la verdad que sólo un poco).
En inglés, en francés, en alemán... ¡No había manera! Sólo el italiano me dio una pequeña alegría, insuficiente a todas luces para mi corazón malherido de zozobra y resquemor.
Y las variaciones de la palabra vacío en diferentes idiomas terminó por sumirme en el más absoluto de los vacíos...
Y aquí se acaba la historia.
Podría contaros que ya puestos seguí probando con el alfabeto, con los números y con yo qué sé que más...
Todo cogido. Todo.
Un desastre.
Así es, supongo, el mundo de internet, el mundo de los blogs, el mundo en general.
Un lugar lleno de nadas, la mayoría de ellas vacías.
Como la mía, claro.
Como mi nada.