Tenía ganas de subir este corto, y ha sido más difícil de lo que pensaba (y lo vais a ver más pequeñito de lo que querría, pero no había otra, cuánto lo siento...)
Bueno, no sé si llamarlo corto o desfachatez, pero ahí está él, tan suyo, tan bonico.
A finales del curso pasado, en la Escuela de Arte tuvimos una desbandada (con eso de los traslados) de gente, de compañeros y amigos que se iban -que de hecho se han ido- a otros lugares, otros centros.
Por aquello del cariño y sobre todo porque se lo merecen decidí que un buen homenaje sería rodar un cortometraje para recuerdo de todos. Estaba el "método Power Point", basado en fundidos de fotografías de fiestas, borracheras y demás, muy usado y bastante eficaz, pero demasiado típico.
Me decidí por inventarme una historia, desarrollada en un futuro próximo (tan próximo que ya lo hemos sobrepasado) sobre cómo sería la Escuela cuando al comenzar el curso estos compañeros ya no estuviesen.
Quería que saliesen los lugares típicos de Melilla, para que funcionase totalmente como recuerdo de su paso por esta ciudad, aunque en momentos determinados vaya en detrimento de la narración.
Y salgo yo, como no podía ser menos.
Ahora resulta que la realidad ha superado a la ficción y son más los abandonos de profesores de los que en principio parecía, y ese mundo en blanco y negro se mantiene también más tiempo del que a uno le gustaría, qué le vamos a hacer.
Agradecer a todos los que me ayudaron en la elaboración, especialmente a Elena -implicada en todo el desarrollo del mismo- y recordar con mucho cariño el día de la proyección, y cómo lo disfrutamos todos.
Me río también porque en el decálogo del cortometrajista la regla número uno dice que no empieces un corto en la cama (la mayoría empiezan así: un personaje durmiendo, suena el despertador y se levanta) y resulta que mis dos últimas creaciones empiezan de la misma manera.
Llamadlo desfachatez, llamadlo vagancia.
Como a mí me gusta...