Desde allí se ve el mundo entero...
Y resulta curioso cómo a pesar de ello el gesto más repetido una vez que llegas y te instalas es mirar hacia abajo.
Si exceptuamos esos finales de noche cuando lo que nos embargaba eran luna y estrellas, la mayoría de las veces miramos cómo el mar se cocha contra las rocas, miramos el suelo, miramos las pipas que caen, miramos los pies que pasan y cruzan e inventamos las historias que tras ellos se imaginan.
Tenía razón Pelu cuando decía que su nombre, su verdadero nombre era la reola.
Redonda es su forma, circular la forma de acogernos. Formas de reloj en tiempo parado. Llamada para extraterrestres, mirada a las Áfricas, lugar de encuentro.
Mirando hacia abajo se ven los suelos de la reola, se ven mar, rocas y espuma.
Hace ya tiempo, un día cualquiera de verano, cogí mi cámara y fotografíe esas losetas descuadradas. Recuerdo que un hombre mayor se me acercó y me dijo: ¡mira hacia el cielo, muchacho, mira hacia el cielo! Pero yo no le hice caso, y esperé a la noche.