Siguen volando trazos y caminos sin destino, entre sueño, calles y arboledas.
Los paisajes irreales son los que se asoman en la noche para acompañarnos en esa extraña construcción de líneas, formas y colores.
Como siempre digo, precisamente para eso, para perderse y encontrarse, dibujar en el propio ordenador, sin mancharte las manos de tempera, está muy bien.
Prontitud, despreocupación, rapidez.
Mola.
Puede que el resultado, al no sentir el tacto del papel -ese gramaje de la superficie- quede un poco artificial, sí que es posible, pero a la vez resulta tan improvisado, tan vivo, tan despreocupado, que hay que quererlo igual.
Y se le quiere.