Ya iba siendo hora, eh...
Hacía tiempo que no volvía a esto de lo peor de mi vida y ya tocaba. Aunque esta entrada sea especialmente difícil, porque libros malos, lo que se dice malos, hay muchos...
Algo hay también de benevolencia intrínseca que tiene uno a la hora de valorar la escritura, qué le vamos a hacer, pero lo malo, estrafalario, imposible, surrealista, inconcebible, absurdo o inenarrable que puedes encontrarte por las páginas indescriptibles de algunos libros -como éste, sin ir más lejos- bien merece una reflexión.
Qué difícil, si.
Quizá haya peores libros, no lo dudéis, porque además, si se me apura, sería capaz de describir éste como el mejor libro de humor escrito en castellano de los últimos cincuenta años.
O te ríes (de asombro, de pena) o lloras (de risa, de lástima): Prometido.
Pero a la hora de la verdad es que esas 111 páginas no hay por donde cogerlas.
De vergüenza ajena.
No es una novela, menos mal, y sí un libro más cercano a manual que a ensayo. Inenarrable, de no dar crédito, para quemarlo, fascinante, sin desperdicio, inconcebible, obra maestra y la mayor de las bazofias.
No sé si me explico.
Será el lunes 15 de junio.
Por qué no.
Aunque haya dado muchas pistas en la imagen de la portada, que incluye título y fotografía desenfocada de la autora.
Podéis imaginarlo...
El lunes desmenuzaremos párrafos y pasajes deleznables a la par que subyugantes de esta obra cumbre de finales de siglo.
Me lo regaló Dani, creo incluso que para algo tan sagrado como mi cumpleaños. Bendito sea. Y conociéndolo él se compró otro, quién lo duda.
Yo lo conservo desde entonces, no es para menos, y ha alegrado más de un final de velada en mi casa (a partir de las cuatro de la mañana es la hora propia para poder entender en toda su plenitud esta obra ciertamente incomparable) con amigos estupefactos ante eso que se les mostraba.
Para no echar gota, creedme.
Espero que sepáis perdonarme.