domingo, 27 de junio de 2010

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que el mundo no es redondo sino plano XLIV



302) PORQUE CUANDO VAS EN EL METRO, CORRES EL GRAVE PELIGRO DE CAMBIAR DE RELIGIÓN Y ACABAR SIENDO UN CONVERSO... (intentaré explicarme...)
Nosotros, los humanos, aunque tengamos alma y miedo, en el fondo sólo somos dinero.
Unos somos un billete de 5 euros, otros de 20 y los de menos de 500.
Todos somos dinero.
Así, en realidad, nuestros padres son las tarjetas de crédito.
Nosotros nacemos gracias a que las tarjetas se introducen libidinosamente en las ranuras de los cajeros automáticos.
Nuestro hogar, la Tierra que nos acoge, es la cartera (plana aunque a veces gruesa), y ahí cohabitamos padres e hijos.
Pero la cosa se complica con Dios.
Dios es la mano.
La mano que introduce la tarjeta en el cajero, la mano que recoge los billetes, la mano que nos guarda en la cartera.
Pero el problema es que no hay una sola mano. Todos tendemos a pensar que hay una sola mano pero no. Hay muchas manos, muchos dioses, y en el metro ya ni te cuento.
En el metro hay tantas manos que como te descuides, una mano que no es la que te ha creado te roba, y hace que tu Dios -el único, el verdadero- de repente sea un tío con unos vaqueros sucios y muchas ganas de cambiarte rápido por unos polvos que se disuelven en papel de plata.

303) Porque como dije ya una vez, las palabras que empiezan por la letra P son más bonitas si la P desaparece. Así la PROSA se convierte en ROSA y la PRISA en RISA.
Pero de eso la P no tiene la culpa.
Por eso hay palabras que se vuelven más bonitas si le añadimos una P.
Por eso ELLA se convierte en PELLA y la LANA se nos vuelve PLANA.

304) Porque si no, las bolas de billar, los balones de Nivea y el ojo de cristal del famoso filibustero Malcom Terry dirían "papá" cada vez que se caen al suelo.
Y no es el caso.

305) Porque las mentiras, cuanto más grande son, más redondas se vuelven.
Si no dices la verdad (sabedlo, niños, no lo hagáis nunca) las mentiras se hinchan, se hinchan, se hinchan, y cuando son tan inmensas que ya no se pueden mantener ni con los ojitos de Bambi, te explotan en la cara y se vuelven planas.

306) Porque cualquiera que haya ido a la consulta de Amanda Eustaquia Vitela, la vidente ciega de la calle O'Donnell, habrá comprobado con irrefutable pragmatismo cómo todas sus predicciones basadas en el Tarot se cumplen escrupulosamente, pero, aunque nadie se haya atrevido a preguntarle nunca, podríamos igualmente ver cómo su bola de cristal, empañada y con polvo por encima, sólo sirve de elemento decorativo.
En el plano tarot está nuestro plano futuro.

307) Gilipollas Absoluto Liándola Incluyendo Lerdos Estudios Obsoletos.

308) Porque aunque nadie cuestione la absoluta supremacía de las tortas de Alpandeire sobre las franquiciadas bolas de los Conguitos, estas últimas, sin estar malas, ya sabemos cómo acaban tras ser masticadas, digeridas y expulsadas en la intimidad de nuestro cuarto de baño...