lunes, 8 de junio de 2009

Los espigadores y la espigadora (Cine en la Escuela)



No me resisto. Las normas (sobre todo las que se impone uno) siempre, siempre están para saltárselas, y hoy puede ser un buen día.

Empecé -y pienso continuar- hablando, en esta etiqueta, de películas de cine, de las películas en sí, de las sensaciones que me provocaron -y que en muchos casos aún conservo- con su visión en un cine determinado. Si era invierno, el color de las butacas, el bullicio de la sala, todo influye en la percepción de una película. 
El cine como espacio es fundamental.
He estado tentado de hablar de momentos o descubrimientos en una pantalla de televisión, de películas vistas en casa que hicieron desaparecer el espacio físico, que volatilizaron las paredes o el sofá de mi salón, pero no será todavía.
Hoy voy a romper esa norma de hablar de cines, porque voy a hablar de la vez que proyectamos "Los espigadores y la espigadora" en la Escuela de Arte de Melilla.

Llevamos, como quién no quiere la cosa, un buen tiempo con un cine club de cine en la Escuela. Concretamente, en noviembre se cumplirán cinco años desde la primera proyección (que fue "Vida en sombra" de Llobet Gracia).
Aunque Katia insista, y no sin razón, que ella ya proyectaba sus películas en  v.o. francés, un grupo de profesores (la propia Katia, Sergio, Elena y yo mismo) nos enfrascamos en la tarea de ofrecer y proyectar un par de película cada mes, concentrados en una semana. Desde entonces no hemos fallado.
Nuestra idea siempre fue sencilla: más que buscar obras con contenidos pedagógicos, artísticos o históricos -que también- partimos de la base de escoger los títulos simplemente por la razón de que nos gustaban, y así cada proyección se convertiría en un regalo que uno de nosotros ofrecía a resto.
Sin más pretensión que la del hedonismo.

Han ido pasando los meses y se han ido sumando títulos y más títulos. Sería injusto dar sólo unos pocos. Los alumnos que venían a las proyecciones -no siempre numerosos, es verdad- han ido cambiando y renovándose, se han proyectado cortos, largos, video clips, animación, documentales y demás.
Seguiremos, aunque el curso que viene nos quedemos bastante cojos (¿verdad, Elena?). Seguiremos, sí, con la misma ilusión que el primer día.

De todos los títulos, y es difícil, hoy me quedo con "Los espigadores y la espigadora". Varias son las razones: 
Fue, curiosamente, la penúltima película que había visto en Madrid antes de venir aquí. En los cines Verdi, para ser exactos.
Mucho había de lo que me encontré en Melilla al llegar que me recordaba a lo visto en aquel documental. Sobre todo -que por obvio no deja indiferente- en lo concerniente a las personas que a todas horas rebuscan en los cubos de basura algo con lo que poder alimentarse. Sé que no es la única ciudad donde ocurre, aunque aquí se haga especialmente visible.
Por eso la escogí para proyectarla.

Y todavía recuerdo el silencio cómplice de los alumnos que asistieron, cómo sientes ese aire de interés y complicidad que se genera entre el público, cómo palpita la magia de la fascinación que se transmite en cada fotograma iluminado.

Hace ya un par de años pasamos las proyecciones del cine club al Aula 15, pero en aquella proyección del 2004 fue la número 5 la que nos acogió.
Quizá quede algo de asombro, reflexión y compromiso flotando por el aire, o en las retinas de quienes compartimos ese momento.
En las mías sí, desde luego.

Bulle verdad en el viaje de la espigadora. Viajamos con ella y durante el trayecto conocemos y pensamos con ella. Quizá Agnès Varda, con sus ochenta y un años se ría de nosotros mientras compartimos su ingenuidad y su compromiso. 
No importa. 
Nos vale -a mí por supuesto- el recuerdo de esta maravillosa película documental que realizó en el año 2000.

Los corazones en forma de patata, el amor por la pintura, el rap en la calle, el paso del tiempo -de su tiempo- a través de los ojos de la directora, la humildad, el sinsentido, las arrugas, el absurdo, la injusticia... Los alumnos callados, el atardecer a través de una claraboya, el eco del francés en un techo alto, alguien que se agacha, el corazón que se encoge, elogios al finalizar la proyección, la satisfacción de regalar y ser correspondido...

Todo eso y mucho más se dio y se sigue dando en una sala de cine que no lo fue y que aunque siga sin serlo, lo intenta.
Nuestro cine...