Cuando te caes un domingo, te levantas un lunes.
O el mismo domingo.
Menos mal que siempre quedan bombillas que nos iluminen, piernas que nos lleven lejos, manos que nos acompañen en el sueño de dibujos imposibles.
Uno toca el mañana con la punta de los dedos, y se lava las manos antes de cenar...