domingo, 7 de julio de 2013

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que los mayas tenían razón y el fin del mundo llegó el 21/12/12 (XXVIII)


190) Por mucho que Pascual Díaz de Ibarra diga que la culpa es de Martín Hernández Polavieja, el mundo llegó a su fin, como bien relata Evaristo Antúnez en su libro "El fin del mundo: epistemología y sintaxis" fue culpa de un blanqueador venido a menos a quien sus amigos solían llamar Calero.
El caso es que el ya traído a colación Martín Hernández contrató a calero para pintar el mundo de azul cielo, pues su mujer iba a dar una vuelta interplanetaria y quería que se llevara el susto de su vida cuando al volver pareciera que el mundo no estaba. 
Un poco de jiji y un poco de jaja, y cuando Enriqueta, la mujer de Marín llamase al móvil de éste alertada, él le contaría el trampantojo.
Con lo que no contaba nadie, y mucho menos Leocardio, el hijo de la pareja, es que Enriqueta estuviese echando un casquete interplanetario con su instructor de vuelo (cosas de la libido y sentirte superior a Mercurio) cuando literalmente lo que se comieron no fueron sus cuerpos precisamente.

191) Porque había caducado y tan grande como era, el mundo no le cabía en la nevera a Doña Rigoberta.
Mira que le da rabia tener que tirar cosas, con el hambre que pasan los niños en África, pero es que olía mal y en verano ya se sabe.

192) Porque las termitas habían carcomido incansables la viga maestra que sostenía el mundo, y que concretamente se encontraba a las afueras de Marsella, en la bodegas de vinos del terreno que tenía Andrè.
Fue Françoise, sudorosa pese a estar recién duchada aquel invierno de calor imposible, la que pidió un chato y al apretar el vaso vacío contra el mostrador hizo que todo se desplomara.
Y se fue sin pagar, con cara de yo no he roto un plato: No, Françoise, tú lo que has roto es el mundo, femme fatal, no te me vayas ahora por peteneras.

193) Porque el mundo, cuando contaba con un trillón de años y aún era un imberbe, empezó a fumar porros y a frecuentar las malas compañías de Urano y Júpiter, los más puteros del sistema solar.
Y ya se sabe, que si un porrito, que si una pastilla y el mundo acabó fuera de órbita enganchado a la heroína que le robaba a Poli Díaz, el potro de Vallecas.
Y ya no hay metadona que cure esto, si hasta lo han visto robando en casa de Jose Luis Moreno para pagar deudas a ucranianos sin escrúpulos...

194) Porque el mundo se puso a jugar al escondite y todavía no ha vuelto.
Pero como lo encuentre se va a quedar los próximos tres mil cuatrocientos veintiséis turnos consecutivos.

195) Porque un día que Dios no tenía aceitunas para acompañar la cerveza Estrella del Sur que su padre Alberto había comprado en el Carrefour del barrio.
Así que quiso pillar unos altramuces que si no el estómago vacío es muy malo y luego da resaca.
Pero impaciente, como buen Capricornio, Dios no quiso bajar ni mandar al Fari por algo de condumio, y se echó al saco lo que tenía más a mano -léase el mundo, que en aquel momento de su órbita pasaba por allí- sin mediar palabra.
Y sí, se le hizo bola.

196) Porque el mundo fue a comprar tabaco y todavía no ha vuelto.
Pero seguro que es porque no había de la marca que a él le gusta y en el estanco de Pedro siempre falta porque se le olvida pedirlo al muy cabrón.