domingo, 15 de abril de 2012

Du Fu (2 y 2)



Nació tras la tormenta del viernes
y no había móviles.
Río diáfano / pájaros blancos.
Quiso volver al jueves
tras los cerezos marchitos
pero ya era tarde.
¿Con qué estación volveré a mi hogar,
tanto tiempo abandonado?

Miró a través de sus ojos
y todo estaba opaco.
Viejos fantasmas, nuevos.
Leyó y escribo cual niño
en el viento de tu vientre
y no tuvo nunca más
en sus labios el sabor a sopa.
Andrajos de neblina / cubren la noche, a trozos.

Du Fu fue poeta en sus entrañas nobles y escondidas. Fue guardián de las hojas resecas y las caricias contenidas. Fue temblador de conciencias y activista enérgico de sables y plumas, de tinta, mirlos y azabaches.
Murmuró durante casi cuarenta años en el sucio rincón de una molienda. Amasó sonetos de papiro, algodones de sal y amuletos de madera carcomida.
Verdes botellas de vino, rojas conchas de langosta.
Du Fu se meció entre las olas de un río reseco, se fajó impertérrito con hordas de caballos salvajes adheridos a su estela violeta y roma.
Doblado hacia la sombra larga del crepúsculo / la vida gira y pasa, borracho fuego fatuo.

Murió tras una primavera capicúa
atravesando túneles de nieve envejecida.
Mi copa derramada / Mi botella vacía.
Quiso volver al jueves de su infancia ya imposible
y recorto las letras
que sabía descansaban ya en mi hombro.

Ceniza, el fuego. El hombre.
Ya no habla: susurra.
¿A quién decir mi canto?