lunes, 15 de noviembre de 2010

Viaje a Malí (Habitaciones de hotel) y XI








Hace poco mostré una entrada con la historia del hotel Vishal, de Delhi, y hablé de mi intención de que se pasasen por aquí fotografías de los distintos hoteles que he ido visitando.
A su vez, también había hablado de poner un límite a mis "fotografías de viajes" pues todo tiene -o debe tener- un final medianamente digno.

Así que ahora junto estas dos cuestiones para cerrar ambas en la entrada once de cada viaje, precisamente con las estampas de las habitaciones de hotel de aquellos días.
Las habitaciones de hotel y todo lo que aquellos espacios encierran y expanden...

Empiezo por Malí, que fue el país con el que arranqué esta aventura, aun cuando no sé si el calificativo de "habitaciones de hotel" se adecue bien en este caso.
Malí, país de tierra, adobe y barro, país de calor y sopor, de casas abiertas al mundo, es un país de no encerrarse nunca en las casas.
La vida se encuentra en la calle -y mira que no hay nada que hacer- abierta al mundo.
Dentro las propias casas el devenir diario se articula igualmente en el patio central descubierto (universo de primos, niños y criadas) y el dormir, mucho más en verano, se suele disfrutar siempre en las azoteas.
Bastantes hoteles te lo ofrecían como posibilidad (sobre todo en el País Dogón) y era una recomendación aconsejable.

Para terminar, dos recuerdos curiosos: El de la primera fotografía -Tombuctú-, donde amanecí completamente lleno -pelo, nariz y bolsillos- de la arena fina y caliente del desierto del Sáhara.
Y el segundo, el de una noche en Mopti (del que no guardo imágenes) cuando una tormenta de verano a las cinco de la madrugada hizo que nos levantáramos de la azotea -la gente a mi alrededor con la lenta parsimonia del ritual conocido y repetido ya tantas veces- y que cada uno cogiera su colchón para acomodarlo en los soportales.
Y así, sin más, seguir durmiendo con más de media lluvia que seguía mojando los colchones...

Así es África.
Un continente que once entradas después se adivina igual de joven, igual de fuerte.
Y del que ya no puedes -por más que quieras y ahora toque- despedirte nunca...