miércoles, 15 de septiembre de 2010

Pájaros XXV











Con la ingenuidad que otorga el desencanto.
Con la tranquilidad que ofrece el desamor.
Con la desvergüenza que dan los años...

Y es que un dibujante también es algo así como un cocinero.
Los buenos bien que se preocupan de ir temprano al mercado para comprar todos los ingredientes y hacer el guiso perfecto, con tiempo, fuego y ollas de barro.
Y luego estamos los demás, los que abrimos la nevera para ver qué tenemos por ahí que no se haya puesto malo todavía e improvisamos un sofrito.

Y eso sí, nos lo comemos y nos sabe a gloria...