lunes, 6 de septiembre de 2010

De bomberos XXXI



Los bomberos no tienen cejas, ni ojos, ni boca.
Los bomberos son duros de acero y expresiones (aunque su corazón sea blando) así que cuando quieren hacerse querer no pueden recurrir a los típicos y tramposos ojitos de Bambi.
Los bomberos no tienen cejas, ni ojos, ni boca, así que se dejan arrastrar por la melancolía a través del desenfoque.
El desenfoque es su tristeza.
En la neblina de paisajes irreales y reflejos vahídos se sienten cómodos. Se imaginan a cámara lenta y eso que están quietos, soñándose como los bandidos de corazones que comen las latas de piña caducada en una película de Won-Kar-Wai.

Los bomberos sin cejas, sin ojos y sin boca se difuminan en Blur con un toque maestro de Proceso cruzado al 27%, Modo de fusión luz suave y Máscara de enfoque.
Y ya no hay quien los gane a modernos.
Beberán licores que aún no se han inventado, perderán miles de dólares que no tienen y serán abandonados por las hermosas chicas que nunca los miraron.
Un día se fueron del que fue su hogar para instalarse de camarero o repartidor de gasolina en espera de la femme fatale que les obligue a matar al dueño y huir con el botín frente a los tiros de la policía y a las lágrimas de la profesora del pueblo, pero antes tendrán todo el tiempo del mundo para acariciar tiernamente la cabeza del muchacho rubio que se aposenta atónito en el porche de la casa de su abuela.

Los bomberos no tienen cejas, ni ojos, ni boca, pero en cuanto se difuminan en el espacio es como si su tinta en cuatricomía se diluyese en agua de mar, y entonces sí, sin asombro ni miradas ni palabras, a imaginación no hay quien les gane.
Y se dejan llevar...