sábado, 11 de septiembre de 2010

Las cajeras del Dia


Inaceptable.
Aseveraciones maledicientes, confabulación mediática y leyendas urbanas se mezclan con cotilleos de portería.
¡Ah, las cajeras!
Siempre fueron ninguneadas por la burguesía catalana, sometidas a comentarios deleznables por los estudiantes de Económicas, rechazadas por los mancebos vírgenes en los bailes de pueblo.
Y no es justo.

Las cajeras del Dia pertenecen a esa clase de trabajadoras odiadas, vilipendiadas y que a nadie caen bien.
Yo mismo me he dejado arrastrar en alguna ocasión con vehemencia en contra de sus gestos de asco, sus miradas inquisidoras, sus mohines perdona vidas.
Pero precisamente por eso las amo y las admiro.
Porque nadie como ellas podrá hacerte sentir escoria, porque no encontrarás en ningún otro sitio del universo mayor sufrimiento vital y emocional al comprar un paquete de Pan Bimbo.

Hay mucho de leyenda pero mucho de realidad:
Ana Navarro Ortíz, de 41 años, a la que llamaremos A.N.O. porque no quiere que se le reconozca, me explicaba el otro día cómo eran las entrevistas de trabajo de la compañía.
Ella fue cajera del Dia de la Calle Ballesta durante los años 96, 97 y 98, así que sabe bien lo que se dice.

Según su testimonio, autentificado por un notario de Santander, las preguntas del cuestionario eran todas preguntas trampa.
"¿Te lavas el pelo a diario?", leían las más ingenuas en el papel que les pasaba el encargado de personal. Y si contestaban que sí, que claro, estaban sellando su certificado de no admisión.
Las que habían sido aleccionadas por alguna amiga que ya trabajaba dentro, sabían que cuando se encontraban frente a un "¿Si un cliente le dice "Buenos días", qué respuesta se merece?" debían escribir sin apenas pestañear un "Tu puta madre".
Ante un "Para ir a trabajar, ¿las uñas, negras o limpias?", la respuesta era evidente.

Pero lo que nadie sabe es que todo es una farsa, un teatro de la vida que estas encomiables mujeres se prestan a realizar para 
1) hacer más feliz nuestra vida en comparación con lo que nos muestran (funciona)
y 2) mandar mensajes ocultos en esos gestos de aparente desprecio.

Efectivamente, cuando cogen el pack de ocho yogures Danone y lo meten en la bolsa con tanta pasión que aplastan y echan a perder al menos dos de ellos, en realidad nos están diciendo: Come más fruta.
Cuando le pegan un grito atronador al que intenta salir sin compra por donde no debe, en realidad están escenificando la victoria de Nadal en los cuartos de final del Master 1000 de Cincinnati, que tan felices nos hizo en la madrugada del día anterior.
Cuando te cobran la bolsa te están diciendo: cuida el medio ambiente.
Si no te perdonan un céntimo es porque saben de sobra la falta de valores y escrúpulos que imprime en nuestros corazones el sistema capitalista.

Las cajeras del Dia.
No se merecen la que les está cayendo.
Hay quien redundando en el oprobio las acusa de que el nombre "Dia" no figure acentuado, que las hacen culpables de que nadie lo pronuncie "Diá" o "D.I.A.", que como reflejo de las siglas Distribuidor Internacional de Alimentación es como en realidad debería llamarse.
Pero ellas no son las culpables.
Somos nosotros los que necesitamos litros y litros de cerveza Mahou.
Somos nosotros los que nos empeñamos en pillar esa barra de pan chicloso sólo porque vale 0,30.
Y encima nos quejamos.

Si nos dejan robar y no lo denuncian a sus jefes, si nunca nos miran a la cara el día que no nos hemos peinado, si les da igual que vayamos en bermudas o frac...
Qué les podemos exigir nosotros...

Un supermercado es un universo en miniatura, y las cajeras del Dia serían como San Judas Tadeo, como Hestia o como Manolo el del bombo, según cada cultura.
Un supermercado es un templo de la cotidianidad, y qué mejor personificación de ésta que uno que se autodenomine "Dia".
Un supermercado es como una cárcel de sabores y olores, y las cajeras son las que nos abren la puerta al mundo libre con sus sonoros pi pi que arrancan a través de los códigos de barras.

Perdonémosles su agrio carácter, su estoica pose, su parquedad en el saludo.
No nos fijemos en la laca caduca, la ropa desteñida o el rubio de bote.
Una cajera del Dia es aquella que sabe cuánto vale en Beijing un bote de Pantene Pro-V.
Es aquella que sabe cuántos poemas escribió Cesar Vallejo en el año 1911.
Es de las pocas personas no turca que sabe cómo se pronuncia el nombre de Kerem Tunçeri.
Y aunque sea una información que no compartirá nunca, eso tiene su mérito.

Por eso yo, con mi paquete de Donetes en la mano, no puedo otra que mirarlas y decirles (en silencio, claro, que si no me regañarían):
Hasta mañana, amigas...