domingo, 11 de abril de 2010

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que el mundo no es redondo sino plano XXXIII



225) Porque Leonid Koroliov, no fue, qué duda cabe, el mejor pastelero del mundo.
Leonid fue un afamado repostero ucraniano de finales del siglo XVII.
Un buen día de 1684, inspirado por el amanecer de Pereislav, su ciudad natal, quiso hacer un dulce redondo.
- "Se llamará buñuelo"- se dijo para sí.
Cogió la masa, la trató con esmero, la volteó, y... ¡E voilà!, le salió un pestiño...
Sí, el mundo es lo más parecido a un pestiño retorcido por un pastelero ucraniano.
El azúcar es la nieve de las montañas y la canela... ¡Ah, la canela!

226) Porque en un mundo redondo, pensar que es plano sería una idea cuadrada.

227) Porque el mundo es un frisby.
Porque los planetas son frisbys.
Porque el universo es un inmenso espacio vacío donde los dioses juegan a ver quién es capaz de hacer, con su frisby, la parábola más perfecta.
Es ese dichoso jueguecito de los cojones, y no el alcohol, lo que de verdad nos marea.

228) Porque los partidarios de que el mundo sea redondo lo tienen que repetir dos veces (valga la redundancia): 
-"¡Dondo!, ¡Re-dondo!"-
Mientras que los que estamos en lo cierto, con decirlo una vez -"Plano"- nos basta...

229) Mirad todas las maravillas de las que es capaz el ser humano: Los libros (planos), las películas (planas), los dibujos o la pintura (planas).
Solo el indecente jugueteo con un moco recién sacado en el interludio pensativo de cualquiera de esas creaciones, acaba siendo redondo...

230) Porque si el mundo fuese redondo, cualquier estúpido que pudiese comprar en el mercadillo de los domingos el poder de mirar a través de los objetos y las cosas, acabaría viéndole las bragas a las mujeres australianas... ¡Y dudo mucho que Dios permitiese semejante cosa!

231) Porque el día que Adelina Parejo, profesora de primaria, mandó a los alumnos de su clase una redacción sobre cómo se lo habían pasado esa semana santa, no sabía lo que hacía.
Andrés Martínez, su alumno más avanzado, se puso de pie y leyó:
"Amigos, amigas, desengañémonos. Si el mundo fuese perfecto, sería redondo. Y yo os pregunto. ¿es perfecto?"
Un silencio sepulcral recorrió uno a uno los rostros de sus compañeros de pupitre. Todos, hasta Ana María, sabían a qué se refería Andrés.
La profesora, asustada, enseguida cambió de tercio y les mandó pintar dibujos de cocodrilos con ceras, sin salirse de las líneas. 
Más tarde, en su mesa, sopesándolo mucho, le puso la nota de un uno, porque ponerle un cero hubiera sido demasiado redondo...