domingo, 10 de enero de 2010

Madrid, o la pequeña nieve que se llama Marcovaldo















Diferente, y hermoso.

Frío, nieve y asfalto.
Madrid y la naturaleza que asoma entre hormigón y alquitrán.

La nieve cae y nos asombramos de lo inusual, nos fascinamos con lo extraordinario, con esa agua densa que cae con una lentitud maravillosa.

Me gusta cuando ese manto agarra, cuando cambia el color de la ciudad por un mar que no puede quedarse.
Me gusta cuando el frío se cuela entre los guantes y nuestros ojos brillan con tanto resplandor. 
Es entonces cuando la vida, como siempre, como no puede ser de otra manera, se hace paso.

Encontramos verdes y azules emblanquecidos, oímos pájaros que probablemente no existen y sabemos que hay capas de jolgorios que esperan agazapados el amanecer del deshielo.
Hay parterres renacidos, ojos asombrados, resbalones inevitables.

Diferente y hermoso, sí, sobre todo si sabemos que pasado mañana será, qué remedio, otra cosa.