miércoles, 1 de diciembre de 2010

Los viajes a la cocina



Los viajes a la cocina se inventaron un dos de noviembre a las tres y cuarto de la tarde.
Mañana se cumplen tres siglos.
Y fue la sal.
La sal tuvo la culpa.

Antes (hay historiadores que sostienen que el siglo XVI no existió y aunque no lo comparta entiendo su razonamiento), antiguamente, digo, se llevaba todo de golpe, en un solo viaje y, aunque resultaba más cómodo, era bastante más aburrido.
Además, potenciado por la soberbia del dinero, las clases y el machismo, al hombre medio se les escapaba qué podía ser aquello de "dar viajes a la cocina".
Menos mal que el devenir de los siglos ha traído consigo esa indeferenciación de los tiempos donde es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, necio, torpe, generoso, estafador.
Y todos pringamos.

Uno da viajes a la cocina porque siempre falta algo.
Eso es así.
Y te has sentado, y la comida está en su punto, y miras y están los cubiertos, el pan, hasta la sal que muchos otros días has olvidado, está el agua y el vaso para el agua, está un poco de cecina aunque a lo mejor no la comes, está la tabla para cortar el pan (o la cecina)...
Las servilletas.
Te has olvidado las servilletas.
En las comidas familiares siempre echas la culpa a otro con un "¿Quién ha puesto la mesa?" pero te da cosa mandar a alguien si total son sólo las servilletas y te levantas y das el primer viaje a la cocina.
Si comes solo te levantas igual, sabiendo además que la culpa es únicamente tuya.

Y ya has traído las servilletas y te sientas y coges la cuchara antes de que la sopa se enfríe, aunque sopesas si cortar primero un poco de pan.
El cuchillo del pan.
Te has olvidado el cuchillo del pan...

Los viajes a la cocina suelen ser impares y, como con las cervezas, nunca puedes decir aquello de que "este será el último".
Los viajes a la cocina suelen ser odiados porque interrumpen el sagrado y placentero momento del inicio de la comida.
Todo es ritual.
La comida necesita de sus códigos, de su concentración, de nuestros cinco sentidos en ella, y tener que levantarse por un olvido hace que se rompa la magia.

Pero a mi me gusta.
Yo defiendo los viajes a la cocina como quien defiende al primo que se ha criado a tu vera y al que consideras un hermano.
Los viajes a la cocina son mi hermano.

No quiero ser sacrílego, pero lo diré, lo diré sin tapujos: Los viajes a la cocina son como las conferencias.
Son ese espacio de tiempo neutro y espeso donde el todo se detiene y se te ocurren las ideas más brillantes, las más peregrinas, las más absurdas.
En un viaje a la cocina soñé que era una acelga, en otro me casé dos veces con la misma chica en unos futuribles veinte años, y recuerdo otro viaje en que en los apenas diez metros de pasillo (diez pasos de libertad y despiporre) construí una réplica de la Capilla Sixtina a tamaño real en la cochera de mi bloque. Y las cucarachas, eso es seguro, aplaudían tamaña gesta.

Los viajes a la cocina son el agujero negro a la décimo séptima dimensión.
Te acarician como si fueses un tendero del Mercadona, sortean tu impericia con el universo absurdo que te lleva a traer el yoghurt en vez de la sal o las servilletas.
Los viajes a la cocina son esa espiral que te absorbe y hace que vuelvas a llevar más pan y que cuando llegues a la mesa alguien te diga "para qué traes más pan si ya había pan" y tú te das cuenta que había pan y que lo que faltaba era una maldita lata de coca cola zero y que por eso has estado media hora delante de la nevera con la puerta abierta para acabar cerrándola y diciéndote a ti mismo que qué bueno era el nuevo cómic de Seth mientras coges el pan sin saber por qué y dejas atrás la nevera y todo su universo de frío y desolación.

Y es que lo mejor de los viajes a la cocina es Ítaca.
Lo mejor de los viajes a la cocina son los propios viajes que te transportan, porque cuando llegas y ya está, aquí estoy, siempre ocurre lo mismo.
Te miras y te preguntas: ¿Para qué he venido?

Y vencido y triste y con las manos vacías vuelves a comer sabiendo que aún te queda otro, el penúltimo viaje, ese que ni tú mismo crees que pueda ser el definitivo...