viernes, 17 de diciembre de 2010

De bomberos XXXV



Los bomberos abren siempre puertas que conducen a pasillos.
Nunca encuentran las soluciones que buscan.
Cuando hay que concentrarse se desdoblan, si hay que estar se pierden. Nunca miraron al ser llamados ni falta que les importa.

Los bomberos llueven sus días tras un cristal blindado.
Prefieren no mojarse a entenderlo, eligen la red y duermen sobre colchones dobles.
No les pidas arrojo, porque ya están lejos.

Los bomberos dibujan la noche distorsionando la luna.
Se inventan siempre la mitad de sus conversaciones, todo lo acaban con un té mientras remueven impotentes los posos del día que termina.
No necesitan camuflaje porque lo llevan prendido al alma, y es que cayeron en la marmita siendo niños y aún hoy se siguen bañando en ella a diario.

Los bomberos no se entienden, o eso dicen.
Abren puertas que dan a más puertas, tienen miedo de lo que hay afuera, imaginan la vida que no es y se mienten más que hablan.

Está en su naturaleza la cabezonería, y no me digas que no, que te reviento.