No era verdad lo que nos habían contado.
O a lo mejor sí...
Estás ahí. En el fondo no sabes muy bien si lo has decidido tú, pero ahora, después de todo lo pasado, lo único que importa es que estás ahí.
Cogiste un avión, cambiaste el rumbo a última hora, bajaste hasta Argentina para ver unas cataratas y hete aquí que te encuentras frente a la majestuosidad del agua que cae con violencia, hete aquí que disfrutas de un día de frío y lluvia, tras cruzar dos fronteras, paseando por los caminos alto y bajo de la ribera de río Iguazú.
Y ocurre, como siempre, cuando menos te lo esperas. Sí.
Aparece un pájaro.
Tiene el vientre amarillo y el pelaje azul y negro.
No lo conoces, claro. Eres un completo ignorante en cuanto a pájaros.
Siempre te gustaron, les dedicaste historietas, los dibujaste en diferentes actitudes y hasta uno llevas tatuado en el hombro.
Pero por saber, pobre iluso, sólo sabes que vuelan.
El pájaro es hermoso.
Se ha plantado en mitad del camino bajo, ahora que no llueve y que tú llevas ingenuo pero decidido la cámara colgando al hombro.
El pájaro es hermoso y grande, y pese a que estás cerca no parece demasiado asustado.
Hay que hacerle una foto.
Eso está claro.
Y volvemos al principio. Estás ahí. Tu yo viajero con la cámara, frente a un hermoso pájaro claramente dispuesto a dejarse fotografiar.
(Inciso: Es lo malo de la imagen. Habéis visto la fotografía y ya sabéis el final de la historia. O de la no historia. Sí, el pájaro voló. Fin del inciso).
Expandí el 200mm, enfoqué a conciencia, pero, por una vez, en lugar de disparar, en lugar de capturar o de fotografiar, me dediqué a mirar.
A contemplar.
Enfoqué una, dos y hasta tres veces. En las tres el enfoque automático y los puntos rojos me dieron perfecta referencia del pájaro posado.
Pero yo seguía mirando. Disfrutando con la mirada.
Y claro. Pasa lo que pasa.
Pasa lo que pasó.
Justo en el momento de disparar, justo en el momento antes de disparar te das cuenta de que ya lo sabes. Sabes que el pájaro echará a volar. Y aún así disparas. Y aún así echa a volar.
¿Recuerdas, pobre iluso? Lo único que sabías de ellos era que volaban.
Qué inflexible el tiempo, pardiez.
Tiempo detenido, lo llaman alguno. Instante decisivo, así nos lo vendieron.
¿Instante decisivo? No, no era verdad lo que nos habían contado.
¿O tal vez sí?
En cualquier caso, esto es la fotografía.
P.D. Recuperado del viaje y bien aposentado en tu poca vergüenza sabes, como supiste ya en el momento mismo del disparo, que habías perdido una buena foto, pero que habías ganado una entrada más en este blog.
Lo comido por lo servido, que dicen en mi pueblo.