El olor a verano, el olor a mar y chapoteo, el olor a reflejo distorsionado en el agua...
O todo lo que es bañarse en la playa.
Dejarse seducir por la plasticidad del agua, por los cuerpos que se emborronan de brillos y se retuercen en su propio reflejo. Dejar que la forma se expanda, que el caleidoscopio se apodere de un brazo, que las piernas requiebren al espejo con sólo un aleteo.
Estar allí, mirar, apretar un botón.
Y luego bañarse.